Nocturno a mi Madre
IMadre:
Yo no sé por qué bajaron los luceros a la fuente;
será para ver tu rostro y besar tu linda frente y
darte su luz plateada para platearte las sienes.
Yo no sé por qué sollozan mis pobres ojos al verte,
ni por qué se me despierta el niño azul de mis
duendes.
Será porque voy mirando cómo tu faz envejece,
cómo tus ojos se ciegan y tus manos ya no tienen
el vuelo con que trazaban sus bendiciones
celestes.
Será porque me cercioro que ya tus labios no tienen
más canciones, que los rezos que entre tu pecho se
duermen, como antaño se dormía el niño que fui,
sonriente.
Yo no sé por qué bajaron luceros de oro a mi mente; será
para contemplarte de cerca, los ojos rientes y robarles la
pureza de su fulgor permanente.
Y no sé por qué sollozan mis pobres ojos al verte;
será porque ya tus pasos no son ágiles ni alegres, como antaño,
cuando daban a mis pies, andares breves.
Será porque con el tiempo más católica te vuelves y
cumples entusiasmada con amor, los "nueve viernes" y no
sales de la iglesia donde me mandas, a veces...
II
En cambio, sé por qué lloro en las noches, de repente, de
pensar que puedes irte así no más, para siempre,
dejándome sin tus ojos, sin tus consejos solemnes, sin tu
voz y sin tus risas que son como pan celeste.
III
Madre: Yo no sé por qué me tiemblan
las palabras, cuando miro que te me vas
apagando como se apagan los cirios; que se te
llena la cara de arrugas y de caminos, por
donde ya transitaron los duendes de los
suspiros, labrando surcos de tiempo
empapados de rocío.
Y no sé por qué contemplo entre tus brazos
queridos, una cuna imaginaria libre de penas y
ruidos, donde quisiera quitarme un momento,
los cilicios de la amargura dejada por los
amores fingidos.
IV
Madre: Ignoro por qué bajaron los
luceros a la fuente; será para contemplarte los
ojos, dulces y rientes, y darte su luz plateada
para platearte las sienes.
Y no sé por qué sollozan mis
pobres ojos al verte, ni por qué se
me desborda el pecho, como
torrente.
¡Será porque voy mirando cómo
también envejece, mi corazón
traicionado que sólo espera la
muerte!
¡Ay Madre, no te envejezcas ni te
marches de repente, dejándome sin
tu vida, sin tu presencia terrestre y
sin tu mano que traza bendiciones
en mi frente!
Deja que tome los astros que
bajaron a la fuente y me bañe la
cabeza para platearme las sienes
y me nutra con tus risas que son
como pan celeste, ¡y déjame que
te cante antes que llegue la
muerte!
Bonito nocturno, amo a mi madre por cierto. Le dejaré este poema en su almohada escrito en tinta sobre pergamino jaja me gusta amar a la antigua.
ResponderEliminarMe gustó mucho, mucho, mucho.
ResponderEliminarAy wey! es bastantito, pero me gustó. Todos le debemos un buen a nuestras MADRES!
ResponderEliminarYo declame ese poema para un día de la madre en el colegio donde estudie y lo recite en una radio, me lo sabía de memoria, es muy bello ...
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarAlguien sabe quién es el autor?
El poeta poblano ERNESTO MORENO MACHUCA
EliminarEL POETA POBLANO: ERNESTO MORENO MACHUCA
ResponderEliminarLo maximo un poema extraordinario
ResponderEliminarEste poema lo aprendí en el año 1970. Uno de mis clasicos a reclamar. Saludos
ResponderEliminarDeclamar no reclamar...error de dedo. Disculpas
EliminarHermoso, aunque ya no tengo a mi madre conmigo me sigue gustando.
ResponderEliminares increible
ResponderEliminarme sigue gustando mucho despues de tantos años
ResponderEliminar